Ya no brillaban más que los fríos espejos,
y aún, como un agua suave, palpitaba la música;
y la ilusión, abierta cual una rosa triste,
se iba, por la ventana, a la quietud nocturna…
apenas nos veíamos; los rostros y las manos,
con blancor de magnolias, lustraban la confusa
elegancia de terciopelos y de sombras
que, en oleaje negro, colmaron la penumbra…
mi mano aprisionó tu mano. Lo que entonces
sentimos no podremos resucitarlo nunca…
tú soñabas conmigo los sueños de mi vida
yo soñaba contigo los sueños de la tuya…
Juan Ramón Jiménez
Quizá porque la obra de Juan Ramón Jiménez fue una incesante búsqueda de algo inalcanzable (llámese perfección, Dios, verdad o belleza), el poeta sigue dando, 55 años después de su muerte, sorpresas. La edición de Apartamiento, libro hasta ahora disperso, escrito por el de Moguer a principios entre 1911 y 1912, puede considerarse como una novedad absoluta, a pesar de que muchos de sus poemas, sobre todo los de su tercera parte, Bonanza, hayan sido ya publicados. El volumen que saca ahora a la luz la editorial Linteo (que también publica una tercera edición ampliada y revisada —con 12 poemas nuevos— de Libros de amor) ofrece por primera vez el conjunto de Apartamiento, que incluye 40 poemas y textos estrictamente inéditos y que nos abren las puertas de un libro-camino que confluye en una invocación final: Dios
Sacado del artículo de Elsa Fernández Santos en El País
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