martes, 4 de junio de 2013

El Quijote como consuelo

Escribía Arturo Pérez Reverte (APR) esta pasado fin de semana en su artículo semanal lo siguiente:

"Nunca fue tan olvidado Cervantes, y nunca hizo tanta falta. Porque asómbrense: de los catorce países de habla hispana que puedo comprobar, sólo en seis -Uruguay, Venezuela, Costa Rica, El Salvador, Perú y Puerto Rico- la lectura de El Quijote es obligatoria en el colegio. En México, que presume de punta de lanza del español en América, dejó de serlo en 2006; y en Argentina, para vergüenza de las sombras de Borges, Bioy y Roberto Arlt, ni siquiera existe la materia Literatura Española. En cuanto a esta España de aquí, la palabra no es ya vergüenza, sino prevaricación que roza lo criminal: la lectura de El Quijote no sólo no es obligatoria -obligar traumatiza, ya saben-, sino que ni siquiera figura entre las recomendadas por el ministerio de Educación en secundaria o en bachillerato."

Debo decir que yo fui uno de los alumnos a los que obligaron a leer El Quijote, aunque todo hay que decirlo en una versión reducida, y no por ello me siento traumatizado aunque también es verdad que en aquellos momentos me parecía mas un suplicio que una diversión. Hoy con el paso del tiempo y después de muchas otras lecturas, El Quijote es uno de mis refugios preferidos.

Desgraciadamente los alumnos españoles de hoy solo conocen a Cervantes y a su magnífica obra un día al año y a veces ni tan siquiera eso. ¿De qué sirve que un día al año, se unan un grupo de personas para estar leyendo El Quijote ininterrumpidamente durante 24 horas, si como asevera APR "su lectura  ni siquiera figura entre las recomendadas por el ministerio de Educación en secundaria o en bachillerato" ? Alguien se puede imaginar ésto en Francia con Jean-Baptiste Poquelin (Molière)  o en Gran Bretaña con William Shakespeare.

"...los obstáculos más grandes, nuestras propias indecisiones; nuestro enemigo más fuerte, el miedo al poderoso y a nosotros mismos; la cosa más fácil, equivocarnos; la más destructiva, la mentira y el egoísmo; la peor derrota, el desaliento; los defectos más peligrosos, la soberbia y el rencor; las sensaciones más gratas, la buena conciencia, el esfuerzo para ser mejores sin ser perfectos, y sobre todo, la disposición para hacer el bien y combatir la injusticia donde quiera que estén."
Estas palabras de El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha siguen estando vigentes a pesar del paso del tiempo

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